jueves, 6 de enero de 2011

Mucha gente cree que dar amor, significa adaptarse al criterio y deseos de quienes considera importantes, con la intención de obtener su cariño y sobre todo aprobación, tratando de mantener unidos los lazos que les unen. Sin embargo, esa es una de las tantas trampas del ego. Cuando ponemos nuestro amor en alguien de una forma dependiente, esperando que nos corresponda, haciendo muchas veces su voluntad, estamos siendo infieles a nosotros mismos, alejándonos cada vez más de quienes en verdad somos.

El ego es la suma de nuestros defectos psicológicos los cuales, habitan en nuestro mundo interior y fueron creados inconscientemente por nosotros mismos. Su existencia depende de nosotros porque el ego es una creación nuestra.
Esos defectos se nutren de las energías de pensamientos equivocados y son la causa real de nuestro sufrimiento, inconsciencia, errores, vicios, temores, etc.
El ego es la fábrica de pensamientos que hemos hecho realidad; es el miedo a dejarnos llevar por un halo de esperanza que nos conduzca al verdadero amor. Es la culpa, es el odio a nosotros mismos y, por consiguiente, a los demás, (aunque no nos demos o queramos darnos cuenta).
El ego, es muy listo; cuenta con todos los recursos para manipularnos y puede adaptarse a cualquier circunstancia para evitar su detección y expulsión.
Sentir culpa o culpar a otros por lo que se hace o se siente, es prolongar la permanencia del ego, fortaleciéndolo. Vemos lo que queremos ver o lo que necesitamos ver.
El ego, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. Se podría resumir de una manera muy simple "Busca pero no encuentres". Esta es la única promesa que el ego siempre cumplirá.

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